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INÉS TEMPERINA Y EL ALGODÓN DE AZÚCAR

  El primer día de feria de aquel año en Granja de Rocamora pasó a la historia. En cuanto escuchó los primeros compases musicales que anunciaban la apertura de la feria, la pequeña Inés Temperina acudió con sus ahorros al puesto del algodón de azúcar. - ¡Quiero uno extrasupermegahiperultragrande! - dijo la niña al feriante. - ¿Extrasupermegahiperultragrande? - balbuceó el vendedor de algodón de azúcar – Mira que nunca he preparado uno de ese tamaño… - Pues yo quiero uno extrasupermegahiperultragrande, llevo ahorrando todo el año… - contestó convencida Inés Temperina. Y el vendedor de algodón dulce encendió la máquina y se puso a la faena, enrollando y enrollando filamentos de azúcar en torno a un palito de madera… Y tanto tanto enrolló que, de repente, la bola extrasupermegahiperultragrande de algodón de azúcar se convirtió en una enorme nube que, levantándose, voló hasta tapar la luz del sol. Los vecinos de Granja de Rocamora, acostumbrados como estaban a que lloviera siempre
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EL GRAN CAÑÓN

  En un reino muy muy lejano existían dos pueblos vecinos que estaban en guerra desde hacía muchísimos años. Tanto tiempo hacía que los dos pueblos estaban enfrentados que, ni siquiera los más viejos del lugar, recordaban el motivo por el que se habían declarado la guerra, ni cuándo había comenzado el enfrentamiento. Eso sí, una cosa tenían bien clara todos los habitantes de ambos pueblos: Había que odiar con todas las fuerzas a los vecinos del pueblo de al lado. Sin excepción. El caso es que. como la guerra duraba ya tantos tantos años, la munición comenzaba a escasear y un día se dieron cuenta de que ya no quedaban balas, ni metralletas ni tanques. Así que, los del pueblo de abajo requisaron todos los instrumentos musicales hechos de metal con la intención de construir con ellos un enorme tanque que destruyera, de una vez por todas, a sus vecinos del pueblo de arriba.  Cuando el tanque más grande nunca visto estuvo terminado, lo colocaron en el centro de la plaza y apuntaron con él h

LA TORTUGA STELLINA

  La tortuga Stellina caminaba muy lentamente con su casa a cuestas. Cuando llovía sacaba un paraguas de su caparazón y tranquila, continuaba su camino. Un día en el que diluviaba de manera torrencial, el lince Paolo, desde la tranquilidad de su cueva, burlándose le gritó: - ¡Hey, tortuga! ¿Por qué no escondes la cabeza en tu caparazón y esperas a que pase el aluvión? A lo que la tortuga Stellina muy seria contestó: - El mundo es muy grande y hay mucho que ver. No puedo detenerme ante una adversidad tan pequeña… Y muy lentamente continuó por su senda.  Tenía mucho camino por delante. (Binomio fantástico: Tortuga-paraguas) Marcelo Morante 26/II/2024

LUCA EL ESPANTAPÁJAROS

  Luca era un espantapájaros profesional. Todas las mañanas se levantaba muy temprano y se colocaba su camisa a cuadros y un enorme sombrero de paja y antes de que saliera el sol ya estaba en mitad del campo de trigo con la mejor de sus muecas de enfado. Cuando anochecía regresaba exhausto a casa. Así todos los días. Luca era el último descendiente de una larga estirpe de espantapájaros profesionales y había aprendido el oficio de su padre, que a su vez lo había aprendido del suyo. Luca, como ya he dicho anteriormente, era todo un profesional y era una delicia observarlo mientras desarrollaba su trabajo. Era el número uno asustando a los pájaros y no consentía que ninguno de ellos se llevase ni un solo grano de trigo. Hasta que un día, de repente y sin previo aviso, se dio cuenta de que estaba cansado de hacer siempre lo mismo. Comprendió que no le gustaba asustar a los pájaros y que en realidad disfrutaba mucho escuchándolos cantar.  Comenzó a pensar que a lo mejor, estarse muy quiete

EL TAMBORILERO

 A mi amigo Adrián, el auténtico tamborilero valiente. El otro día, mientras colocaba el Belén de mi casa, la figurita de un pequeño tamborilero me susurró al oído su historia. Y ahora, si queréis, os la cuento yo a vosotros. El pequeño tamborilero de mi Belén, cuando nadie miraba me contó que procedía de un reino muy muy lejano y que en ese reino muy muy lejano, había trabajado durante mucho tiempo como soldado tocando el tambor.  Y como en su reino siempre habían muchos problemas y sus habitantes no conseguían solucionarlos mediante el uso de las palabras, al pequeño soldado tamborilero nunca le faltó el trabajo. Hasta que un día, cansado de tanta guerra y de tanta destrucción, el pequeño soldado tamborilero se saltó la orden de su general de pasar al ataque y tocó a retirada, mandando a todo su ejército a casa para que disfrutaran de la familia durante la fiestas de Navidad. El pequeño tamborilero, me contó entre lágrimas que esa misma tarde fue expulsado de su reino y que el Rey le

GIORGIO Y LA FUENTE

  En pleno centro de Roma existe una de las plazas más bonitas del mundo: la famosísima piazza Navona. Durante las fiestas navideñas, todos los años en piazza Navona se instala una feria preciosa formada por un montón de puestecitos donde se venden piezas de artesanía y productos típicos de las fiestas de Navidad. Hace muchos muchos años, el pequeño Giorgio fue a la feria de Navidad de piazza Navona acompañado por su abuelo y cuando terminaron de dar una vuelta completa por todos los puestos de Navidad, el abuelo, como todos los abuelos del mundo, preguntó a su nieto: - Giorgio, ¿qué quieres que te compre el abuelo? Y el niño, como todos los niños del mundo, abrumado y nervioso ante la inmensidad de la pregunta, se puso a pensar y a mirar a su alrededor. Tras unos segundos que parecieron interminables, señaló un punto exacto de la plaza y muy serio dijo: - Quiero eso, abuelo. Y el abuelo, intentando adivinar el lugar exacto al que señalaba su nieto,

SOFÍA Y PAPÁ NOEL

  Una mañana, Papá Noel se levantó como siempre muy temprano y, asombrado, encontró justo delante de la puerta de su casa en el Polo Norte un hermoso cactus plantado en mitad de la nieve. Al acercarse al cactus, se dio cuenta de que alguien había dejado una carta para él.                              ¿Queréis saber lo que decía la carta? ¿Sí? Pues os lo cuento. Escrita con una preciosa caligrafía y con sólo alguna pequeña falta de ortografía, la carta decía: "Querido Papá Noel: Mi nombre es Sofía, tengo cinco años y casi siempre me porto muy bien. Todos los días me propongo hacer realidad las cosas difíciles: hacer reír al que llora, jugar con el que está solo y hacer felices a los demás mientras bailo. Incluso he conseguido que crezca un cactus en el Polo Norte. Y no ha sido fácil. Quiero sólo una cosa para esta Navidad: Me gustaría que me ayudases a conseguir la paz en el mundo, porque yo sola no puedo, ¡y mira que lo he intentado! Pero el mundo es muy grande y los hombres muy a

INÉS TEMPERINA Y EL CALENDARIO DE ADVIENTO

  Todas las noches, antes de cerrar los ojos, Inés Temperina hacía un repaso mental de todo lo que había sucedido durante ese día que ya acababa. Inés Temperina se esforzaba mucho por cumplir, al menos, una buena acción al día. Sólo así era capaz de conciliar el sueño y cuando se despertaba a la mañana siguiente, lo primero que hacía era devorar ávidamente su premio. Un día, por ejemplo, había ayudado a llevar la compra a una mujer mayor que vivía muy cerca de su casa. Y a la mañana siguiente recibió su premio. Otro día, había ayudado a su compañero de clase Rodolfo Buonsenso con los deberes de lengua castellana. Y a la mañana siguiente le esperaba su merecido premio. Otro día, había preparado la cena para su familia.  Y en otra ocasión había compuesto una canción para celebrar el cumpleaños de su amiga Marta Più. Y todas las mañanas recibió la pequeña Inés Temperina su premio. Un premio modesto, eso sí. Pero merecido: Un trozo de chocolate que a la niña le sabía a las mil maravillas.

EL ELEFANTE ENRICO

A nuestros amigos del CEIP Virgen de las Virtudes de Cox,  por permitirnos soñar junto a vosotros con un mundo mejor. "El elefante Enrico vivía en mitad de la jungla junto a su manada. Independientemente de que hiciera frío o calor, de que lloviese o hiciese viento, todas las tardes Enrico desaparecía durante unas horas y, al regresar, volvía siempre con una enorme sonrisa estampada en la cara. El resto de animales de la selva no sabían dónde pasaba las tardes y, para burlarse de él, le preguntaban: Enrico, ¿de dónde vienes tan contento? Y el elefante muy serio contestaba: Hoy he estado en la India. Y los otros animales automáticamente comenzaban a reírse de él. En la India, claro. Pero si eso está muy lejos y encima tú no cabes en ningún coche - le gritaban sin parar de reír. Cuando al día siguiente lo volvían a ver regresando tan contento, de nuevo le preguntaban que dónde había estado esa tarde. Hoy he estado en Londres y, además, he resuelto un crimen muy complicado. Y los ot

FILIPPO Y LOS OFICIOS

  Un día, el caracol Filippo pensó en qué trabajo le gustaría hacer cuando fuera mayor. A todos nos ha pasado que, en un punto determinado de nuestra vida, nos planteamos esta pregunta . Y, aunque era cierto que el caracol Filippo todavía era muy joven, pensó que era un buen momento para pensar en su futuro. Así que, pensó que le gustaría ser un piloto de coches de carreras. Lo había en televisión y le parecía un oficio muy divertido. Pero enseguida desestimó la idea, ya que se dio cuenta de que no tenía carnet de conducir y de que no existían autoescuelas para caracoles.  ¡Lástima! Así que siguió pensando. Y pensando pensando pensó que le gustaría ser saltador de altura y participar en unas olimpiadas. Pero al rato se dio cuenta de que no sabía saltar y de que no conocía a ningún caracol capaz de hacerlo.  ¡Lástima! Después pensó que le gustaría ser carpintero y construir un montón de muebles bonitos. El caracol Filippo tenía muy buen gusto y era muy cuidadoso con los detalles, pero a

EL CARACOL FILIPPO

Mi nombre es Filippo y soy un caracol. Siempre he vivido sobre una pequeña hoja de col en mitad de un campo situado en el centro de la Toscana, en el corazón de Italia. Un día, casualmente vi a un campesino moverse ágil y veloz entre las coles y decidí construirme unos zapatos como los suyos para poder marcharme a conocer el mundo. Mi pequeña hoja de col, en mitad del campo en el centro de la Toscana en el corazón de Italia estaba muy bien, pero deseaba conocer nuevos horizontes. Para mi desgracia, los zapatos que me construí no sólo no me ayudaron a moverme más rápido, sino que me impedían avanzar y además, ¡me hacían muchísimo daño! Por lo visto, algunos hemos nacido para ir descalzos.  Decidí entonces quitarme los zapatos y alejarme lentamente de mi pequeña hoja de col, en mitad de un campo en el centro de la Toscana en el corazón de Italia, con la única compañía de mi casa a cuestas. Iba lento, pero al menos caminaba hacia delante. (Binomio fantástico: Caracol-zapato) Marcelo Moran

SANDRA Y LA MÚSICA

- “Es demasiado grande…” - dijo alguien. - “Y suena demasiado grave” - añadió otro. - “Con eso no se pueden hacer melodías…” - sentenció un experto que casualmente pasaba por allí. - “Además, no es un instrumento adecuado para chicas” - añadió otro experto. Y pese a todo, a la pequeña Sandra le gustaba el fagot, soñaba con tocar el fagot. Y soñaba que, con sus pequeños dedos y con el brillo de sus ojos, era capaz de extraer del maravilloso instrumento melodías preciosas, graves y agudas.  Y soñaba también que, con el sonido de su fagot, conseguía hacer disfrutar a todos los que la escuchaban tocar, chicos y chicas. Y lo mejor era que no estaba durmiendo. Marcelo Morante  4/IX/2023

EL HOMBRE QUE CONTABA LA MARAVILLA

  Cuando llegaba a cinco mil, Tommaso cogía su silla y se volvía a casa.  Mientras se quitaba el sombrero y colgaba la chaqueta en el perchero pensaba: "Hoy ha ido especialmente bien. Ni siquiera son las 11 de la mañana..."   En otras épocas del año el número de visitantes era más reducido, pero con la llegada del buen tiempo y de las vacaciones, Milán se llenaba de turistas. Tommaso se tomaba muy en serio su trabajo: Todas las mañanas llegaba puntual al Duomo y se colocaba a la salida del Metro, dando la espalda a la catedral. Se sentaba en su silla y a las 8 en punto comenzaba a contar, porque Tommaso era contador oficial con titulación y todo, y su especialidad era la de contar la maravilla pintada en el rostro de los visitantes que, asombrados, subían las escaleras del Metro y se encontraban de bruces con la gran catedral milanesa. - "Uno, dos, tres, cuatro..." - Había que ser muy rápido contando la maravilla pintada en los rostros, y Tommaso lo era. - "Cie

A JUGAR CON EL FINAL

  He aquí un cuento con tres finales diferentes. Sobre ti, querido lector, recae la responsabilidad de elegir libremente el que más te guste.  ¡Adelante! En el patio de mi colegio vivía tranquilamente un árbol enorme. Con el pasar de los años había visto crecer y marcharse a muchas generaciones de estudiantes.  Un día, durante uno de los partidos de fútbol que se jugaban en el recreo, un balón se quedó enredado entre las ramas del enorme árbol y, pese que a los niños intentaron recuperarlo con grandes saltos, no alcanzaban de ninguna manera a la pelota. Así que, los niños ya se disponían a lanzar piedras para hacer caer el balón, cuando de repente... A) Primer final Cuando de repente el árbol les dijo: - ¡Quietos ahí, bárbaros! Os devuelvo el balón con una condición... - ¿Qué condición? - respondieron al unísono los niños. - ¿Veis a aquel niño que está sentado solo en un banco apartado mientras almuerza? ¿Veis a aquella niña con gafas que pasea sola durante la hora del recreo? - Sí... 

EL SAPO TRAGÓN

Érase una vez un sapo con un apetito voraz. Insaciable. Desde que se levantaba con los primeros rayos del sol hasta que se acostaba al llegar la noche, sólo pensaba en una única cosa: comer hasta atiborrarse. Incluso a veces, mientras dormía, soñaba con comida. Un día se colocó de buena mañana en la orilla de su charca y comenzó a engullir todo lo que se ponía al alcance de su enorme lengua. Para empezar, se zampó varias moscas que revoloteaban imprudentes demasiado cerca. Más tarde se tragó varias hormigas que, atareadas con su trabajo, pasaron demasiado cerca de su lengua pegajosa. Continuó con varias libélulas, cuatro abejorros e incluso un par de avispas, ¡con aguijones y todo! Y como su apetito no disminuía, se comió también un escarabajo pelotero que pasaba por allí, ¡incluida la pelota de estiércol! Y ya puestos, se comió también una bicicleta que un niño dejó apoyada en un árbol.  Y también se comió un arado de piedra que estaba enganchado a un caballo. Y por supuesto, también

CARTA A LOS REYES MAGOS

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar: Desde pequeña he escuchado que los Reyes Magos traen regalos a todos los niños y niñas que se han portado bien.  Si esto es así, ¿cómo es que hay niños que no han recibido ningún regalo en la noche de Reyes? Porque yo, que conozco a muchos niños, todavía no he encontrado a ningún niño malo… Como sus majestades todo lo ven, les pido por favor que echen un ojo a todas las cartas de los niños porque seguro que, con las prisas de última hora, algunas se han perdido y no han llegado a su destino en Oriente. Si no pueden solucionar a tiempo este grave problema, les enviaré el proyecto de una máquina en la que estoy trabajando y que, con sus mágicos retoques, fabricará bicicletas, patinetes, balones y muñecas para todos los niños del mundo.  No parece mucho, pero es bastante más de lo que tenemos ahora. Atentamente, Inés Temperina. Marcelo Morante  19/IV/2023 (Binomio fantástico: Máquina-patinete)

A SOÑAR CON RODOLFO BUONSENSO

  Una tarde de lluvia el pequeño Rodolfo Buonsenso dibujó un perro con su lápiz. Y con tanto cariño lo dibujó que, cuando llegó la hora de dormir, el perro mágicamente escapó de la hoja de papel y pasó toda la noche jugando junto al niño. Otra tarde, Rodolfo Buonsenso dibujó una preciosa bicicleta con su lápiz y por la noche, cuando se quedó dormido, la bicicleta se le apareció mágicamente en la puerta de su habitación y juntos se fueron a pasear recorriendo el mundo. ¡Él que nunca había montado en bici! Y otra tarde dibujó un hermoso balón de fútbol. Y otra tarde unos patines. Y otra tarde hizo un dibujo precioso de la playa. Y soñó que jugaba al fútbol y ganaba un mundial. Y soñó que patinaba sobre hielo y hacía mil piruetas como un famoso patinador que había visto en la tele. Y se bañó por primera vez en el mar... Alguien podría creer que el lápiz era mágico, pero no. Os lo puedo asegurar. El mágico era Rodolfo Buonsenso. Marcelo Morante 9/IV/2023 Binomio fantástico (lápiz-perro)

EL ÁRBOL MÁS ALTO DEL BOSQUE

  Érase una vez un pequeño árbol que nació en mitad de un inmenso bosque. Muy poco a poco y a base de mucho esfuerzo, el pequeño árbol fue creciendo y, siguiendo los rayos del sol que se filtraban entre las ramas de los árboles vecinos, consiguió llegar a ser el árbol más alto y más hermoso de todo el bosque. Y justo cuando más contento estaba porque había llegado a lo más alto, observó cómo los árboles vecinos intentaban cortarle sus ramas y herir su tronco. No porque les quitara el alimento, no. Simplemente porque les hacía sombra. Marcelo Morante  28/III/2023 (Binomio fantástico: Árbol-sol)

EL ÁRBOL Y LA NUBE

  Cuentan que una vez al inicio de los tiempos, cuando casi todo estaba por inventarse y todavía no existían ni las estaciones del año, una nube se quedó atrapada en la copa del árbol más alto del bosque. Y tantas cosas hermosas había visto la nube en su caminar por el mundo que, al contárselas al árbol, a éste le entraron muchísimas ganas de viajar. Así que, envió a sus hojas a recorrer el mundo entero con la ayuda del viento y les ordenó que regresaran de vez en cuando para contarle todo lo que habían visto. Dicen que así nació el otoño. Y yo me lo creí. Marcelo Morante 17/III/2023 (Binomio fantástico: Árbol-nube)

LA BICICLETA RESFRIADA

  Durante el invierno, la bicicleta de Inés Temperina pilló un resfriado tremendo y cada vez que estornudaba viajaba, junto a la niña, a un lugar diferente. Una vez por ejemplo, después de que la bicicleta estornudara fortísimo, tanto la niña como la bici aterrizaron de golpe y sopetón, nada más y nada menos que en Kiev.  Otra vez, mientras paseaban por el campo, la bicicleta de repente estornudó y, tanto Inés Temperina como su bici, aparecieron como por arte de magia en la Plaza de San Pedro en Roma. Y así todas las tardes después del cole. - ¡Achís!  Y aparecían en París. - ¡Achís! Y aterrizaban mágicamente en Nueva York. Hasta que un día, la pequeña Inés Temperina se apiadó de su bici y le regaló una coqueta y mullida bufanda a cuadros. Ese día se acabaron los viajes mágicos en bici. O tal vez no. Marcelo Morante 14/III/2023 Ilustración de Adriana Ruiz Gil (Binomio fantástico: Bicicleta-bufanda)