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Mostrando entradas de diciembre, 2020

EL PERDÓN

El otro día vi cómo un niño lloraba desconsoladamente durante el patio. ¿El motivo? Algo muy serio: Uno de sus mejores amigos lo había elegido en último lugar para formar los equipos del partidillo del recreo.  Pero antes de que el tiempo del patio llegara a su fin ya habían hecho las paces. Un par de abrazos y un "lo siento" y todo estaba arreglado.  Arreglado y olvidado.  El otro día vi también cómo una niña se enfadaba enormemente con sus amigas. ¿La causa? Un hecho tremendamente grave: Las zapatillas de la niña habían producido, sin querer, un ruido muy sospechoso cuando habían rozado el suelo y toda la clase, incluidas sus mejores amigas, se habían burlado de ella.  Antes de que sonara la sirena que indicaba la finalización de la jornada escolar ya se habían disculpado y habían hecho las paces con un ceremonioso "te ajunto otra vez" y un emotivo "no volverá a pasar". Todo arreglado. Es más, arreglado y olvidado. Sin embargo, conozco a adultos que han

EL PESCADOR

El pescador salía al mar todos los días, incluso en Navidad. Había que comer. Y se comía todos los días, o casi. Su alma, curtida por el sol y por el cansancio, aparentaba muchos más años de los que realmente tenía.  Meros, salmonetes, lenguados... De todo un poco. Y todo sumado casi nada. Lo justo para ir tirando. Sin embargo, esa Navidad sus redes pescaron un alma y no la devolvió al agua. Porque las leyes del mar en su humilde casa se respetaban y no se dejaba morir a nadie en mitad del océano. Así que él, que había visto cómo el agua se tragaba a la mitad de sus amigos, sin dudar y respondiendo sólo a su instinto, subió a bordo a un alma. Y junto a ella pescó también la esperanza.  Y aunque no había mucho para compartir, compartió lo poco que tenía. Meros, salmonetes, lenguados... Porque junto a la esperanza también había pescado la generosidad. Y más en estos días... AUDIO Marcelo Morante  23/XII/2020

INÉS TEMPERINA Y LOS REYES MAGOS

Si los Reyes Magos hubiesen leído con atención la carta de Inés Temperina se hubieran dado cuenta de que la niña no había pedido ni videojuegos, ni una tablet, ni un flamante móvil de última generación.  Inés Temperina, con su vacilante caligrafía y sus pequeñas faltas de ortografía, había pedido solamente un libro de cuentos y mucho, mucho tiempo para poder estar con sus papás.  Nada más.  Pero se ve que los Reyes Magos entendieron mal. O confundieron los regalos y en algún lugar del mundo un niño mimado, a estas alturas, todavía no sabrá qué hacer con un aburrido libro de cuentos. O simplemente, sus majestades, no prestaron atención. Quién sabe. A veces los Reyes Magos, o sus ayudantes, piensan que el dinero puede comprar el cariño y el tiempo de los niños, pero no es así. ¡Si escucháramos un poquito más a los más pequeños! Lo que Inés Temperina deseaba por encima de cualquier otra cosa en el mundo era la llegada de ese momento en el que, acurrucada en su cama y con los ojos abiertos

EL LOBO Y EL RATÓN

Érase una vez un cachorro de lobo que se había quedado atrapado en unas zarzas silvestres que crecían en mitad del bosque. El pobre animal, incapaz de liberarse por sí solo y al borde ya del agotamiento, aullaba desesperado en busca de ayuda, pero nadie parecía escuchar su agónica llamada. Cuando ya había agotado sus últimas esperanzas se produjo un inesperado milagro y un pequeño ratón acudió en su ayuda. Poco a poco, utilizando sus diminutos dientes, consiguió liberar al cachorro de lobo que, agradecido, prometió cuidar del roedor durante el resto de sus días.  Y así hizo durante mucho tiempo, hasta el punto que era habitual encontrarse por el bosque a la curiosa pareja de animales: un joven lobo gris que paseaba sobre su lomo a su amigo ratón con el que se divertía y jugaba animadamente.   Cuando llegó el invierno y el alimento comenzó a escasear, el lobo gris faltó a su palabra y con el hambre grabado en los ojos se comió de una feroz dentellada a su pequeño amigo roedor. ¡Ñam! La

EL SOÑADOR

Entre las virtudes del soñador destacaba su capacidad para sentir el color del interior de las personas.  Me explico, cuando el soñador conocía a un individuo, los sentimientos más ocultos de esa persona se traducían en colores que sólo él, el soñador, podía percibir. Algunos dirían que el soñador era capaz de percibir la esencia oculta de esa persona, otros sin embargo afirmarían, sin margen de error, que lo que el soñador percibía era el color del alma de las personas.  Fuera como fuese, el caso es que el soñador veía a las personas en colores que sólo él era capaz de sentir. Al soñador, por ejemplo, no le gustaban las personas con un aura de color rojo porque estaban siempre enfadadas y eran incapaces de controlar la cólera. Pero tampoco le gustaban las personas azules porque, aunque eran muy educadas y vestían elegantemente, su discurso solía carecer de interés y resultaban terriblemente pedantes. Por contra cuando el soñador se encontraba con personas negativas y que tenían una ac

EL NIÑO FELIZ

Si a un niño que cocina bien le animamos para que siga cocinando, a lo mejor algún día, pueda llegar a convertirse en un famoso cocinero con estrellas Michelin.  O tal vez no, pero no tendría tanta importancia y se podría perdonar. Si a un niño que toca bien un instrumento le animamos para que siga tocando, a lo mejor algún día,  pueda llegar a convertirse en un músico profesional que toca en una gran orquesta sinfónica. O tal vez no, pero no tendría tanta importancia y se podría perdonar.  Si a un niño al que le gusta leer le animamos para que siga leyendo, a lo mejor algún día, pueda llegar a convertirse en un escritor prestigioso. O tal vez no, pero al menos será una persona libre con capacidad ilimitada para soñar. Si a un niño al que le cuesta seguir el ritmo de las lecciones le decimos que es flojo o poco inteligente y que no vale para nada, a lo peor algún día,  decide abandonar y nunca más volver a intentarlo. Y con toda seguridad hayamos perdido para siempre a una persona feli