Una vez, durante una de sus largas travesías alrededor del mundo, Inés Temperina, sin darse ni cuenta, llegó al lejano, lejanísimo país de los Yoyós. Enseguida fue asaltada por un curioso personaje que, sin preámbulos, empezó a decirle: ⁃ Sepa usted, señorita, que yo, Narciso Egocentricus, soy la persona más importante de este reino. Yo soy el más rico comerciante del país y además yo soy muy famoso. Yo, yo, yo... Y sin dar a la niña la posibilidad de responder se marchó sin despedirse. Un momento después apareció otro extraño personaje con la misma cara del anterior y vestido muy elegantemente. Sin mirar en ningún momento a los ojos a Inés Temperina, alzó el índice de su mano derecha al cielo y con voz atronadora dijo: ⁃ Sepa usted, señorita, que yo, Narciso Engreidus, soy el más inteligente del país. Yo he tenido multitud de amantes y gracias a mí, el sol sale todos los días y la tierra puede girar sobre sí misma. Yo, yo, yo... Y ante el asombro de Inés Temperina, se dio