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Mostrando entradas de julio, 2020

EL TELEVISOR INTELIGENTE

Érase una vez una mujer que, aprovechando las rebajas, decidió hacer a su familia un gran regalo: un deslumbrante televisor inteligente de última generación. El encargado de la tienda le había confirmado que era una elección magistral. “Señora, se trata sin duda alguna de un gran acierto. La televisión del futuro, ahora en su hogar”. La mujer pensó que su familia se lo merecía. Una televisión que aunaba las características de la tele convencional con la integración de internet y acceso a plataformas digitales y contenidos exclusivos… ¡Y todo a un precio de risa! ¡Por supuesto que su familia se lo merecía! La señora, contentísima con su adquisición, se marchó a casa. A los pocos días regresó a la tienda. Quería hablar inmediatamente con el encargado. -           La televisión inteligente que me vendió no funciona bien – dijo sin preámbulos y muy enfadada al dependiente. -           Vaya, lo siento… Qué raro. Esta tecnología no suele dar problemas. Exactamente, ¿qué es lo que

LOS ESCUCHADORES

Marta es una escuchadora. Los escuchadores son una rara subespecie humana en evidente peligro de extinción. Los escuchadores basan su existencia en su capacidad para escuchar, no necesariamente en su capacidad de entender lo que están escuchando. Aun así, casi siempre escuchan con relativo interés, proporcionando alivio instantáneo en las personas que desahogan sus problemas en ellos. Los escuchadores, por un defecto empático o por un exceso de empatía mal equilibrada, sufren como propias las desgracias de los demás y a menudo podemos sorprenderlos llorando por cuestiones que les han sido recientemente confesadas. Por lo visto interiorizan dramáticamente los problemas de los demás… ¡Qué cosas! Sin duda es un defecto de sensibilidad. De exceso de sensibilidad, vaya. El mundo es cruel con los bondadosos escuchadores. En una despiadada paradoja vital, los escuchadores escuchan, pero rara vez son escuchados y a fuerza de cargar con las angustias de los demás, los escuchadores dif

VOLAR

A mi hija, que me hace volar.   Érase una vez una niña que sonreía feliz. El compartimento del tren que ocupaba junto a sus amigos atravesaba a gran velocidad la oscuridad de la noche y a lo lejos ya se vislumbraban las luces del castillo mágico.  Entre bromas y juegos el viaje había pasado volando y, nerviosa, se afanaba por colocarse debidamente su capa negra. “Es muy importante causar buena impresión. No todos los días se comienza el curso en un nuevo colegio” pensaba Inés mientras cogía su pesada maleta y se preparaba para descender en la estación. -          ¡Inés, a cenar! – interrumpió su padre, desvaneciendo la magia en un segundo.  "Siempre tan oportuno" pensó la niña.  - Sólo un poquito más… ¡Estoy a punto de llegar al castillo! – respondió enojada Inés. -          La comida se enfría… Puedes seguir en cuanto termines de cenar – intervino conciliadora la madre. Inés, resignada, bajó finalmente a la cocina y entre bocado y bocado contaba a sus pad

VIAJANDO AL FUTURO

Una vez, el viajero del tiempo aterrizó en una ciudad del futuro controlada por ordenadores. Los ordenadores y los robots habían ocupado progresivamente el lugar de las personas y gobernaban todos los aspectos de la vida cotidiana. Asombrado, el viajero del tiempo contempló cómo los robots preparaban sin descanso comidas bajas en grasas y ricas en nutrientes que prevenían enfermedades y eran embolsadas en unidades individuales. Y cómo se ocupaban también de las tareas domésticas menos apreciadas por los humanos. Los ordenadores decidían lo que las personas veían en la televisión basándose en algoritmos que analizaban elecciones anteriores de los usuarios y se ocupaban también de controlar los viajes de los humanos a los lugares de trabajo, sin riesgo de accidentes ni excesos de velocidad. En el colegio del futuro todos los niños utilizaban ordenadores con normalidad, y si un niño o una niña un día no se encontraban bien podían permanecer tranquilamente en casa sin perder la lecci

LA BICICLETA

A María y Antonio, por su Primera Comunión Érase una vez un niño y una niña que jugaban entretenidamente en el patio de la casa de sus abuelos. Era la época más hermosa del año: El verano acababa de empezar y tenían por delante todo el tiempo del mundo para divertirse sin preocupaciones. Jugando a los aventureros, los niños se introdujeron en el viejo almacén donde el abuelo guardaba los cachivaches viejos. Una vez que sus pequeños ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar encontraron, arrumbada en un rincón, una antigua bicicleta. La bicicleta, todo hay que decirlo, había vivido tiempos mejores, y aunque estaba un poco oxidada y con las ruedas a medio hinchar, los niños decidieron que esa tarde iban a montar en bici. -           ¡Yo primero, yo primero! – exclamó feliz el niño. – Sólo un par de vueltas al patio y te dejo probar a ti… El niño, sin dar tiempo a responder a su prima, cogió la bicicleta y ceremoniosamente se subió en ella. En cuanto empezó a pedalear se produ

EL MAESTRO

Un día el viejo maestro recibió en su casa la visita de uno de sus mejores alumnos. El joven, muy apenado, confesó a su mentor: -           Maestro, usted ha sido para mí como un padre. Conoce como nadie mis escasas virtudes y mis innumerables defectos, y sin embargo siempre me ha ayudado a mejorar. Creo que me encuentro en un callejón sin salida. No consigo progresar y me parece que ha llegado el momento de arrojar la toalla. Tengo la sensación de haber tirado a la basura muchos años de mi vida y que debería centrar mis esfuerzos en otras cosas. El maestro quedó muy dolido por las palabras de su alumno y permaneció en silencio unos minutos, tras los cuales dijo: -           Acompáñame a mi jardín. El alumno siguió lentamente al viejo maestro y maravillado contempló el extraordinario vergel que crecía en la parte de atrás de la casa.   Aunque había estado en varias ocasiones en la morada del maestro, desconocía por completo la existencia de ese maravilloso y secreto lugar.

CUMPLEAÑOS

Érase una vez un niño que por su cumpleaños, justo antes de soplar las velas y siguiendo la antigua tradición, pidió un deseo. “¡Quiero tener una bicicleta de mayores, quiero tener una bicicleta de mayores!” pensó mientras las ocho velas se apagaban. El genio de los cumpleaños recibió la petición del niño y, tras analizarla con detenimiento, resolvió favorablemente y escribió en su registro de deseos: “Deseo concedido. El niño tendrá su bicicleta sin ruedines. Firmado, el genio de los cumpleaños”. Érase otra vez otro niño que por su cumpleaños, antes de soplar las velas, pidió un balón de fútbol nuevo. El genio de los cumpleaños ya estaba empezando a acostumbrarse  a deseos rutinarios de este tipo, y un poco aburrido por la monotonía de su trabajo, concedió rápidamente el deseo al niño y apuntó en su registro de deseos: “Deseo concedido. El niño tendrá su balón de fútbol nuevo. Firmado, el genio de los cumpleaños”. Érase otra vez una niña que por su séptimo cumpleaños,