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Mostrando entradas de junio, 2021

LAS BOTAS EMBARRADAS

Algunos buscan la honradez en una bandera. Y a mí me parece muy bien. Muchos buscan la decencia en un uniforme. Y a mí también me parece muy bien. Otros buscan la integridad en un lujoso despacho. E incluso esto a mí también me parece muy bien. Sin embargo, yo conocí bien a la persona más honrada, más decente y más íntegra del mundo y os aseguro que no portaba ninguna bandera, ni lucía un elegante uniforme. Ni tampoco tenía un lujoso despacho, por supuesto. Era mi maestro. A mi maestro le apasionaba trabajar en la escuela y también amaba profundamente la huerta. A mi maestro le gustaba tanto, tanto la huerta que a veces se le juntaba la noche con el día en medio del bancal... ¡Y no se daba ni cuenta! Era absolutamente feliz entre sus árboles de mandarinas. Igual de feliz que cuando estaba con sus alumnos en el aula. Tan feliz, tan feliz que una mañana llegó a clase sin dormir, con unas botas de regar de color verde oscuro llenas de barro.  Y ese día, sin que mi maestro se lo propusiera

EL MAESTRO PUNTINO

  Una vez la pequeña Margherita Senzatetto recibió una cruel calificación en un examen. La calificación más cruel que existe en la historia de las notas escolares: Insuficiente 4,9. “Y todo por no incluir a la zanahoria en la lista de tubérculos más conocidos” le explicó muy serio el maestro Puntino. “Si sólo te hubieras acordado de incluir a la zanahoria en tu respuesta, la calificación sería de un Aprobado con 5 puntos”. Y aunque la pequeña Margherita Senzatetto reconoció inmediatamente su error, no pudo dejar de pensar que el maestro Puntino había sido quizás un poco quisquilloso. Y también un poco injusto.  Aunque era cierto que había olvidado citar a la zanahoria, no había olvidado incluir a la patata y al boniato en su lista de tubérculos. Además, y sin que esto sirviera de excusa, Margherita Senzatetto nunca había soportado el sabor de las zanahorias.  Cuando el Ministro de los Niños en funciones ese día, el Conejo de Pascua, se enteró de lo sucedido con la calificación de

LA BÁSCULA DE ROSAZZA

  Una vez paseando por una de las callejuelas de Rosazza, en los Alpes bieleses, encontré en un callejón oscuro un curioso comercio en el que se vendían extravagantes objetos de artesanía local, a mitad de camino entre una tienda de souvenirs para turistas y un pequeño supermercado con también funciones de modesta farmacia. Atraído por una magia difícil de explicar decidí entrar y echar un vistazo. El propietario de la tienda, un señor bajito con gafas doradas y barba que vestía una bata blanca, me saludó distraídamente y siguió apuntando cosas en un cuaderno. Mientras me encontraba ensimismado ojeando un libro antiguo que contenía viejas fotografías del lugar entró en la tienda una señora mayor vestida toda de negro que, sin mediar palabra, se subió a una destartalada báscula que estaba colocada en un rincón. Tras unos segundos de espera la mujer cogió su billete con el resultado de su peso y dijo en voz alta “¡Treinta y cinco!”. Abrazó al dependiente y se marchó. Extrañado an