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Mostrando entradas de febrero, 2021

INÉS TEMPERINA Y LAS MANOS

Con las manos se puede tocar el piano. O la guitarra. O el saxofón... Con las manos se pueden cocinar platos deliciosos. O al menos, intentarlo. Con las manos se puede aplaudir cuando estás contento.  Con las manos se pueden construir castillos de arena en la playa.  Con las manos se pueden agarrar y acariciar otras manos. Con las manos se pueden atar los cordones de las zapatillas.  Con las manos se pueden escribir poesías. Y cartas. Y cuentos...  Con las manos se pueden detener los balones de fútbol, siempre que seas portero. Con las manos se puede hablar.  Con las manos se pueden hacer sombras en la pared. Con las manos se pueden abrir puertas y también se pueden cerrar otras... Y luego seguía así:  Sin embargo, con las manos no se puede levantar un elefante.  Con las manos no se pueden atrapar todas las gotas de la lluvia mientras están cayendo. Con las manos no se puede golpear a otra persona.  Con las manos no se pueden contar todas las estrellas del cielo. Con las manos no se pu

CUENTO A LA MEMORIA DE UN ÁNGEL

A un ángel de nombre Margarita  Siempre he creído en la existencia de los ángeles.  Eso es probablemente porque siempre he estado con la cabeza en las nubes, cerca de donde suelen estar los ángeles.  También estoy convencido de que los ángeles realmente existen porque he conocido a varios en mi vida. Alguien desconfiado podría pensar que creo en la existencia de los ángeles porque he pasado mucho tiempo leyendo cuentos y estudiando música. También puede ser.  Si en vez de haber nacido soñador hubiera nacido con vocación de ingeniero o de contable probablemente no creería en los ángeles. Reconozco que, desde un punto de vista racional, es difícil demostrar que los ángeles realmente existen. Sin embargo puedo afirmar, sin margen de error, que cuando llegué a mi nuevo colegio conocí a un ángel. Y lo puedo demostrar.  Sólo un ángel podría ser siempre agradable y simpático, independientemente del humor del día o del estado de la salud de la jornada.  Sólo un ángel podría ser siempre discret

EL VENDEDOR DE CHARCOS

El otro día soñé que por unos instantes maravillosos volvía a ser un niño.  Soñé también que a la salida del colegio habían instalado un puesto de mercadillo muy extraño en el que se anunciaba con grandes letras multicolores "CHARCOS GRATIS PARA TODAS LAS EDADES". Y el mercader de charcos, que también vestía de una manera un poco extraña, anunciaba a viva voz su producto gritando, más o menos, así:  "¡Los mejores charcos de agua recién llovida!"  "¡Horas y horas de diversión garantizada por el módico precio de cero pesetas!" "¿Cuántos charcos quiere que le ponga, señora? Mire que no durarán todo el día..." Es difícil recordar todos los detalles de los sueños cuando ya estás definitivamente despierto, sin embargo recuerdo de manera clara que en el sueño, y ante mi asombro, nadie parecía  hacer caso al extravagante vendedor. Los niños y sus madres, con una mueca de disgusto en la boca, se apartaban del extraño comerciante pensando que probablemente

¡A JUGAR CON INÉS TEMPERINA!

El día en el que a Inés Temperina le permitieron formar un equipo para jugar en el patio del colegio fue inolvidable. Histórico, diría.  Inés Temperina eligió en primer lugar a Alessandro Affamato, un niño un poco gordito que estaba acostumbrado a ser elegido siempre el último, cuando ya no quedaba nadie más por elegir. El hecho de que Inés Temperina lo eligiera el primero sorprendió tanto al niño que por primera vez sonrió durante el tiempo que duró el juego y los afortunados espectadores que asistieron al partido afirmaron que su sonrisa iluminó por unos instantes todo el patio. En segundo lugar, Inés Temperina eligió a Margherita Senzatetto, una niña inteligentísima que era objetivo de constantes burlas debido a la pobreza de su vestuario. Nadie podía saber que los padres de Margherita habían perdido desde hacía ya demasiado tiempo sus trabajos y se veían obligados a rehacer y remendar las viejas prendas de su hija. Tras Margherita Senzatetto, Inés Temperina eligió a Marta Più, una

ARLEQUÍN

Pocos días antes de la llegada del Carnaval, Arlequín desapareció sin dejar ni rastro.  Algunos pensaron que quizás era demasiado viejo para aguantar la intensidad de las jornadas festivas del Carnaval que estaba llegando y que, con toda probabilidad, se habría marchado a una residencia de ancianos a pasar tranquilamente el resto de sus días. Otros pensaron que, granuja como era, seguramente estaría en su casa descansando después de varios días de juerga sin dormir demasiado. Pero yo que conozco muy bien a Arlequín os voy a contar lo que realmente sucedió. Hace unos días, sin previo aviso, Arlequín contemplándose en el espejo decidió que no volvería a disfrazarse nunca más. Por primera vez en mucho tiempo, mirándose a los ojos, se atrevió a reconocer que estaba cansado de máscaras y que preferiría volver a ser él mismo. Escuchándose con atención se dio cuenta de que ya no quería seguir fingiendo que era astuto, porque en realidad era una persona sencilla y educada. Asimismo, comprendió