Cuando la gallina Cuca y el lobo Lupino llegaron al lejano lejanísimo País de los Espantapájaros fueron recibidos por el espantapájaros Tommasino, espantapájaros profesional de tercera generación.
El espantapájaros Tommasino les contó que, tanto su padre Tommaso como su abuelo Tommasone, ya habían sido, antes que él,
prestigiosos espantapájaros profesionales con un envidiable currículum en el
difícil arte de asustar aves.
Sin embargo, entre lágrimas, el espantapájaros Tommasino reconoció que a él le faltaba vocación. Tommasino, más que
"espantapájaros", se sentía "atraepájaros" y
se entristecía mucho cuando veía que los pájaros, aterrorizados
por su aspecto desaliñado, se alejaban volando de su campo.
Realmente le hubiera encantado que los pájaros se hubieran quedado a hacerle compañía.
¡Disfrutaba tanto escuchándolos cantar!
Total, el campo era enorme y había trigo de sobra para todos.
Así que, empezó a quedarse muy quietecito para que los pájaros pudieran posarse tranquilos sobre él y, con el tiempo, incluso fue capaz de bailar suavemente al compás del viento, para que los pájaros pudiesen mecerse y bailar junto a él sobre sus brazos.
Sin embargo, los pájaros, desconfaados, seguían sin acercarse a Tommasino porque en el fondo continuaban a tenerle un poco de miedo.
Así que un día el espantapájaros Tommasino cogió lápiz y papel
y escribió en un enorme cartel: "Acercaos sin temor, queridos
pájaros: Hay comida para todos".
El problema, confesó sollozando Tommasino, era que los pájaros no sabían leer.
Marcelo Morante
16/VI/2025
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