Una vez, el viajero del tiempo aterrizó en una ciudad del
futuro controlada por ordenadores. Los ordenadores y los robots habían ocupado progresivamente
el lugar de las personas y gobernaban todos los aspectos de la vida cotidiana.
Asombrado, el viajero del tiempo contempló cómo los robots
preparaban sin descanso comidas bajas en grasas y ricas en nutrientes que
prevenían enfermedades y eran embolsadas en unidades individuales. Y cómo se
ocupaban también de las tareas domésticas menos apreciadas por los humanos.
Los ordenadores decidían lo que las personas veían en la
televisión basándose en algoritmos que analizaban elecciones anteriores de los
usuarios y se ocupaban también de controlar los viajes de los humanos a los
lugares de trabajo, sin riesgo de accidentes ni excesos de velocidad.
En el colegio del futuro todos los niños utilizaban
ordenadores con normalidad, y si un niño o una niña un día no se encontraban
bien podían permanecer tranquilamente en casa sin perder la lección porque
podían seguirla cómodamente desde los dispositivos electrónicos de su hogar.
“¡Guau, el futuro es maravilloso! Son todo ventajas y facilidades”,
pensó atónito el viajero del tiempo.
En este mundo evolucionado a los niños más inteligentes se
les preparaba para las carreras científicas más complejas con la intención de
que continuaran desarrollando robots y ordenadores cada vez más eficientes.
Los hombres y mujeres del futuro le explicaron al viajero
del tiempo que desde hacía unos años habían desarrollado una potentísima computadora
que mediante complejos procesos matemáticos era capaz de determinar, sin
posibilidad de error, el oficio que mejor desempeñarían los niños y las niñas
al alcanzar la edad adulta.
“¿Imaginas la cantidad de tiempo que hemos ahorrado con el
funcionamiento de esta herramienta? Por no hablar de las frustraciones que
evitamos mientras cada uno encuentra su propia vocación…” le dijeron.
El viajero del tiempo tuvo la fortuna de asistir en directo a
uno de estos experimentos en los que se determinaba el oficio futuro de los más
pequeños y observó con asombro cómo los ávidos científicos aplaudían vivamente
cuando el ordenador dictaminaba un código 39 (Ingeniero Aeroespacial) o un
código 46 (Químico). Incrédulo, vio cómo se felicitaban como locos cuando
obtuvieron un coeficiente de Físico Cuántico (código 61) al analizar las
cualidades de un pequeño niño con el pelo rizado y cómo casi les da un infarto
cuando una niña con gafas obtuvo un código 32 (Ingeniero Informático).
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¿Y qué hacéis con los niños que obtienen una
profesión artística como vocación laboral? – preguntó curioso el viajero del
tiempo – El mundo futuro sigue necesitando poetas y pintores, ¿no?
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Los niños con cualidades artísticas son
destinados a las tareas más elementales. Sobretodo de mantenimiento – respondió con superioridad uno de los científicos.
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A nivel práctico los artistas son bastante inútiles
– comentó con desprecio otro señor envuelto en su bata blanca.
Al viajero del tiempo le explicaron que hacía mucho tiempo
que los robots habían suplido fácilmente a los bailarines y a los músicos con
grandes resultados y enormes ventajas: Las interpretaciones de las máquinas
siempre eran perfectas desde un punto de vista técnico y la posibilidad del
error en la interpretación en directo ya ni siquiera se contemplaba.
El viajero del tiempo empezó a sudar nerviosamente y sin
mirar atrás, aterrado, comenzó a correr con todas sus fuerzas.
No quería permanecer ni un segundo más en ese mundo.
Marcelo Morante
17/VII/2020
Muy bien contado.. Espero que entre todos ese futuro solo sea eso... El argumento de una fabula🙈
ResponderEliminarQue así sea. Y muchísimas gracias :)
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