Érase una vez un niño que jugaba al fútbol en la orilla de la playa. El pequeño estaba disputando un partido emocionantísimo contra un rival muy potente. Con su pelota roja driblaba adversarios una y otra vez y esquivaba zancadillas de los defensores con gran habilidad. El niño estaba exhausto de tanto correr arriba y abajo por la playa con su balón pero no desfallecía. El público enfervorizado coreaba desde las gradas del estadio su nombre: “¡Lucas, Lucas!” En un último intento desesperado el niño se dirigió con gran habilidad, o al menos eso creía él, hacia la meta contraria. Cuando se disponía a golpear la pelota tropezó contra un montón de arena y cayó de bruces. - ¡Penalti, penalti, árbitro! – gritó Lucas enfadado desde el suelo. - ¡Penalti, clarísimo! – confirmó el abuelo desde su tumbona. – Además es el último minuto. Sólo queda tiempo para un último lanzamiento –...