En Tokio existe una línea ferroviaria
llamada Yurikamone line que es conocida por no utilizar conductores de tren. Los
trenes de la Yurikamone line destacan, además, por su puntualidad y eficiencia
hasta tal punto que no hay posibilidad de error: si tu tren debe partir a las
14:17 partirá exactamente a esa hora, ni un minuto antes ni un minuto después. Evidentemente
no es casualidad que tal alarde técnico haya sido desarrollado en Japón, un país
mundialmente famoso por su tecnología y por su disciplina.
Dicen que una vez uno de estos
prodigiosos trenes autónomos comenzó a hacer cosas raras. Sin una explicación
técnica aparente este díscolo tren empezó a dar rodeos y a recrearse en lugares
que a él le parecían bonitos. Hay que entenderlo, el mismo recorrido todos los
días termina aburriendo hasta al más obediente tren nipón. De tal manera que a
veces cambiaba el recorrido para llevar a sus viajeros por las zonas de los
parques donde juegan los niños o por los rincones donde todavía se puede
disfrutar de la visión de los jardines de cerezos en flor.
Los pasajeros estaban extasiados
con este tren improvisador y agradecían la novedad, olvidándose por completo de
sus relojes implacables y de la esclavitud de sus horarios de trabajo, ya que
el tren, esforzándose mucho y apretando a tope sus circuitos, conseguía que la
diferencia horaria entre la hora prevista y la hora real de llegada no fuera nunca demasiado grande.
Un día, sin embargo, nuestro
aventurero tren permaneció demasiado tiempo recreándose con la belleza de la puesta
de sol en el templo de Senso Ji (diosa de la misericordia) y no pudo recuperar los
segundos perdidos, causando el malhumor de un arrogante diplomático que no llegó
puntual a su aburrida reunión.
El caso del tren soñador fue considerado una falta muy grave. No había ningún precedente de semejante irresponsabilidad. Un país conocido por su seriedad y por su racionalidad matemática no podía permitir deslices de ese tipo. No hubo misericordia para nuestro tren. La sentencia fue terrible:
- Condeno al desguace a este tren distraído para que sea despedazado y sus piezas sean reutilizadas – bramó el juez.
Nada que hacer.
En Tokio todo va muy rápido y
nadie recuerda ya al viejo tren. Las personas no tienen tiempo de sentarse
tranquilamente a charlar con los amigos en un bar. Dicen que la gente cuando se
para a tomar su café no habla con la persona que tiene al lado. Siempre van con
prisas y no se detienen en conversaciones banales. Están sometidos al rigor
inflexible del tiempo.
Dicen también que muchas personas
se detienen en las expendedoras de café por el mero hecho de recargar las pilas
y salir de nuevo corriendo. Suelen ser personas que tienen muchísima prisa y están
angustiadas por el estrés. Algunas de estas personas cuentan que a veces en vez
de recibir su aguado café de máquina, la expendedora actúa de manera
independiente y por el mismo precio ofrece al consumidor, y sin preaviso, un
maravilloso cappuccino con doble de crema y cacao en polvo. En otras ocasiones,
y dependiendo de la gravedad del caso, el cappuccino viene acompañado de un
trozo generoso de tarta de chocolate o una magdalena de arándanos. ¡Por el
mismo precio!
Un ruego: Si alguna vez vais a
Tokio y os pasa esto, por favor no denunciarlo. Es el corazón del viejo tren
que todavía intenta alegrarnos la jornada sacándonos de la rutina y regalándonos
una sonrisa.
No cuesta mucho, pero algunos todavía no lo han entendido.
Marcelo Morante
8/VI/2020
¡Bravo por ese tren soñador! A más de una nos gustaría, no ya que fuesen así los trenes, sino algunas personas que son peores que las máquinas. ¡Gracias, Marcelo! Por recordarnos de una forma tan bonita lo que no deberíamos olvidar 😉
ResponderEliminarGracias por tu tiempo y tu hermoso comentario, Grisolía Periodismo.
EliminarQuiero creer que la mayoría de las personas son o han sido como nuestro tren protagonista, el problema es que lo han olvidado y no tienen tiempo para recordarlo.
Habrá que seguir intentándolo.
Un abrazo enorme.
Me ha encantado! Merece ser contado, muy bonito y una enseñanza muy útil es estos dias de locura!
ResponderEliminarMe siento muy honrado con su comentario. Es maravilloso encontrar personas con tanta sensibilidad. Ojalá nos pareciésemos todos un poquito más a nuestro tren de Tokio, ¿verdad?
EliminarSiéntase con la libertad de poder contar este cuento a todo aquel que crea que vaya a serle útil. Me haría muy feliz.
Gracias.
Vaya Marcelo, la casualidad me ha llevado hasta ti y tu precioso cuento... Debe ser que mi dispositivo electrónico fabricado en Tokio debe tener algún pedacito de tu tren. Gracias por crear cosas bonitas.
ResponderEliminarMaravilloso Cuento!! Gracias saludos desde Morelia Michoacán!!
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