Érase una vez un maravilloso
violinista que era conocido por su gran talento musical. Noche tras noche
dejaba boquiabiertos a todos aquellos que asistían a sus extraordinarios conciertos.
El violinista era un tipo extravagante
que destacaba por su espectacular virtuosismo sobre el escenario. Hasta tal punto que muchos
pensaban que era imposible tocar tan bien sin haber realizado algún tipo de
pacto diabólico y entre el público empezó a circular la leyenda que afirmaba
que el instrumento del violinista había sido embrujado y por eso podía tocar mucho
mejor que el resto de sus rivales.
Una noche, tras uno de sus inolvidables conciertos, el violinista recibió la visita de un rico banquero aficionado a la música y violinista frustrado. El banquero, envidioso de la admiración que el violinista despertaba entre su público y conocedor de la leyenda que giraba en torno al violín, quiso comprar a cualquier precio el instrumento, llegando a ofrecer una cantidad desorbitada por un objeto musical de unas características técnicas bastante comunes.
El músico finalmente accedió y con un dolor inmenso vendió su violín.
Al poco tiempo el gran violinista
recibió un paquete con una carta en su interior que decía:
“Aquí tiene de vuelta su violín.
No lo quiero. He comprobado con gran pesar que su magia no funciona en mí y que
el violín no me reconoce como su dueño legítimo y por eso no obedece a mis
órdenes. Me siento engañado.”
El violinista, ofendido, a su vez
escribió una carta de respuesta al rico banquero donde de manera muy educada le
decía:
“Señor, usted quiso comprar mi
magia pensando que ésta yacía en mi violín, pero la magia no existe. Mi música
nace de mi alma y del estudio concienzudo del arte musical. Día tras día
practico incansablemente sin esperar nada a cambio, sólo por amor a la música.
Es lo único que sé hacer.
Usted quiso tomar un atajo, señor, y los atajos en mi mundo
no existen.
Mi violín es un instrumento normal al que yo transmito mi
pasión. El problema no es el violín, el secreto siempre ha residido en el violinista.
No todo puede ser comprado. De hecho, le devuelvo su dinero.”
El banquero pensó que el
violinista estaba completamente loco y por supuesto no entendió su respuesta. Nunca podría
entenderla porque el banquero y el violinista hablaban idiomas diferentes.
Pertenecían a dos mundos demasiado alejados.
Marcelo Morante
20/VI/2020
Muy bien Bob. Eres como el violinista de tu historia. Enhorabuena
ResponderEliminarQué más quisiera yo, Joe. Muchísimas gracias por tu tiempo. Un abrazo enorme.
EliminarLo mas importante de la vida no se compra.
ResponderEliminarFelicidades
Así es. Me encanta encontrar personas que piensan como yo, con la misma sensibilidad. Muchísimas gracias por su tiempo y su hermoso comentario.
EliminarUn abrazo enorme.
Pues muchísimas gracias. Me hace muy feliz su comentario.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Me están encantando tus cuentos Marcelo, todas las noches antes de dormir. Muy relajante e inspirador, tienes talento.
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