Érase una vez un cachorro de lobo que se había quedado atrapado en unas zarzas silvestres que crecían en mitad del bosque.
El pobre animal, incapaz de liberarse por sí solo y al borde ya del agotamiento, aullaba desesperado en busca de ayuda, pero nadie parecía escuchar su agónica llamada.
Cuando ya había agotado sus últimas esperanzas se produjo un inesperado milagro y un pequeño ratón acudió en su ayuda. Poco a poco, utilizando sus diminutos dientes, consiguió liberar al cachorro de lobo que, agradecido, prometió cuidar del roedor durante el resto de sus días.
Y así hizo durante mucho tiempo, hasta el punto que era habitual encontrarse por el bosque a la curiosa pareja de animales: un joven lobo gris que paseaba sobre su lomo a su amigo ratón con el que se divertía y jugaba animadamente.
Cuando llegó el invierno y el alimento comenzó a escasear, el lobo gris faltó a su palabra y con el hambre grabado en los ojos se comió de una feroz dentellada a su pequeño amigo roedor.
¡Ñam!
La moraleja antigua nos aleccionaría, con milenaria sabiduría, sobre los peligros que entraña ayudar a los violentos ingratos, pero yo, que no sé casi nada y respeto muy poco las convenciones preestablecidas, diría que el lobo no fue feroz ni ingrato, ya que actuó de acuerdo a su propia naturaleza, respondiendo salvajemente a la llamada de su instinto. "Bastante tiene el lobo con ser un depredador implacable y no ser capaz de tener amigos... Pobre lobo, ¿no?"
En cuanto al ratón, diría que no pecó de inocencia ante lo que era un más que previsible desenlace fatal, sino que obró en base a su innata generosidad. Personalmente, tampoco veo nada malo en eso.
De hecho, muchas veces yo mismo he actuado como el confiado ratón, ayudando en momentos de debilidad a lobos de afilados colmillos y serios problemas de memoria. Y a cambio me han dado muchos bocados, algunos casi mortales.
Y más bocados que me darán.
La generosidad está también en mi naturaleza y contra eso no se puede luchar.
Marcelo Morante
14/XII/2020
En esta obra de teatro que es la vida "elegimos" dicen o yo mejor diría adoptamos condicionados en mayor o menor medida según el escenario un papel... Unos son ratones otros lobos inconscientes e incluso hay momentos durante la actuación que se intercambian los personajes el que era lobo se hace ratón y al contrario, todo esto justifica la verdadera naturaleza de los personajes que es actuar en la obra de teatro. Medrar.. Aprender esa es nuestra verdadera naturaleza...
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