Si los Reyes Magos hubiesen leído con atención la carta de Inés Temperina se hubieran dado cuenta de que la niña no había pedido ni videojuegos, ni una tablet, ni un flamante móvil de última generación.
Inés Temperina, con su vacilante caligrafía y sus pequeñas faltas de ortografía, había pedido solamente un libro de cuentos y mucho, mucho tiempo para poder estar con sus papás.
Nada más.
Pero se ve que los Reyes Magos entendieron mal. O confundieron los regalos y en algún lugar del mundo un niño mimado, a estas alturas, todavía no sabrá qué hacer con un aburrido libro de cuentos. O simplemente, sus majestades, no prestaron atención. Quién sabe.
A veces los Reyes Magos, o sus ayudantes, piensan que el dinero puede comprar el cariño y el tiempo de los niños, pero no es así. ¡Si escucháramos un poquito más a los más pequeños!
Lo que Inés Temperina deseaba por encima de cualquier otra cosa en el mundo era la llegada de ese momento en el que, acurrucada en su cama y con los ojos abiertos como platos, escuchaba ensimismada el cuento que mágicamente nacía de la voz narrada de su padre. O de su madre, claro.
- ¡Atención, atención! Empieza de nuevo la magia: "Érase una vez..."
Y que tengas dulces sueños.
Marcelo Morante
17/XII/2020
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