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EL SAPO TRAGÓN


Érase una vez un sapo con un apetito voraz. Insaciable.

Desde que se levantaba con los primeros rayos del sol hasta que se acostaba al llegar la noche, sólo pensaba en una única cosa: comer hasta atiborrarse. Incluso a veces, mientras dormía, soñaba con comida.

Un día se colocó de buena mañana en la orilla de su charca y comenzó a engullir todo lo que se ponía al alcance de su enorme lengua. Para empezar, se zampó varias moscas que revoloteaban imprudentes demasiado cerca.

Más tarde se tragó varias hormigas que, atareadas con su trabajo, pasaron demasiado cerca de su lengua pegajosa. Continuó con varias libélulas, cuatro abejorros e incluso un par de avispas, ¡con aguijones y todo!

Y como su apetito no disminuía, se comió también un escarabajo pelotero que pasaba por allí, ¡incluida la pelota de estiércol!

Y ya puestos, se comió también una bicicleta que un niño dejó apoyada en un árbol. 

Y también se comió un arado de piedra que estaba enganchado a un caballo. Y por supuesto, también se tragó al caballo.

Y ya se disponía a zamparse también el autobús de unos turistas ingleses que estaban de excursión por la zona, cuando empezó a dolerle espantosamente la barriga y explotó, por tragón y avaricioso.


Marcelo Morante

11/V/2023


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