El día en el que a Inés Temperina le permitieron formar un equipo para jugar en el patio del colegio fue inolvidable. Histórico, diría.
Inés Temperina eligió en primer lugar a Alessandro Affamato, un niño un poco gordito que estaba acostumbrado a ser elegido siempre el último, cuando ya no quedaba nadie más por elegir. El hecho de que Inés Temperina lo eligiera el primero sorprendió tanto al niño que por primera vez sonrió durante el tiempo que duró el juego y los afortunados espectadores que asistieron al partido afirmaron que su sonrisa iluminó por unos instantes todo el patio.
En segundo lugar, Inés Temperina eligió a Margherita Senzatetto, una niña inteligentísima que era objetivo de constantes burlas debido a la pobreza de su vestuario. Nadie podía saber que los padres de Margherita habían perdido desde hacía ya demasiado tiempo sus trabajos y se veían obligados a rehacer y remendar las viejas prendas de su hija.
Tras Margherita Senzatetto, Inés Temperina eligió a Marta Più, una niña un poco "rarita" a la que le encantaba hablar de personajes de películas de ficción y que se pasaba el día ensimismada dibujando superhéroes de cómics. A Marta Più era fácil encontrarla comiendo su bocadillo en un rincón apartado del patio, siempre sola. Por eso se puso muy contenta cuando Inés Temperina la eligió para jugar.
Y para rematar su equipo, Inés Temperina eligió también a Nicola Numeri, un niño con unas gafas enormes. Nicola era, con mucha diferencia, el niño más listo de la clase pero también, con mucha diferencia, el más descoordinado y, aunque lo intentaba con todas sus fuerzas, nunca conseguía terminar una carrera sin llegar en el último lugar.
¡Menudo equipazo de niños invisibles había reunido nuestra Inés Temperina!
A estas alturas algunos os preguntaréis por el resultado del partido. Seré breve y os diré que, como era previsible, el equipo de Inés Temperina no ganó.
La escuadra a la que se enfrentaron, liderada por Pietrino Malatesta e integrada por todos los niños y niñas más populares de la clase, les venció fácilmente por goleada. Sin embargo, por primera vez los niños del equipo de Inés Temperina se divirtieron jugando y corriendo. Eso sí, cada uno a su ritmo.
Comprendieron también que los juegos en el patio se habían inventado para divertirse y no sólo para ser ganados.
Y entendieron además, y esto es lo más importante, que nunca más volverían a estar solos. Porque en realidad ellos no eran invisibles, eran los demás los que se empeñaban en no querer verlos.
A algunos les puede parecer una tontería, pero yo estoy convencido de que ese día, sin duda, mereció pasar a la historia.
Marcelo Morante
10/II/2021
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