Con las manos se puede tocar el piano. O la guitarra. O el saxofón...
Con las manos se pueden cocinar platos deliciosos. O al menos, intentarlo.
Con las manos se puede aplaudir cuando estás contento.
Con las manos se pueden construir castillos de arena en la playa.
Con las manos se pueden agarrar y acariciar otras manos.
Con las manos se pueden atar los cordones de las zapatillas.
Con las manos se pueden escribir poesías. Y cartas. Y cuentos...
Con las manos se pueden detener los balones de fútbol, siempre que seas portero.
Con las manos se puede hablar.
Con las manos se pueden hacer sombras en la pared.
Con las manos se pueden abrir puertas y también se pueden cerrar otras...
Y luego seguía así:
Sin embargo, con las manos no se puede levantar un elefante.
Con las manos no se pueden atrapar todas las gotas de la lluvia mientras están cayendo.
Con las manos no se puede golpear a otra persona.
Con las manos no se pueden contar todas las estrellas del cielo.
Con las manos no se puede volar. ¿O sí?
Con las manos nunca se debería poder empuñar un arma...
Zzzzz...
Zzzzz...
Todas estas cosas y muchas más pensaba mentalmente Inés Temperina cuando, acurrucada en su cama, intentaba quedarse dormida. Algunas veces tenía que repetir toda la lista entera dos o tres veces antes de abandonarse definitivamente al sueño. En otras ocasiones sin embargo, se quedaba dormida a la mitad del primer intento.
En realidad no importaba cuántas veces repitiera Inés Temperina la lista completa. Lo verdaderamente importante es que de esas manos, de ese corazón, de esa cabeza infantil e inocente nunca, nunca jamás saldría nada demasiado malo. Nada que no se pudiera perdonar fácilmente.
Parece poca cosa, pero no lo es.
Marcelo Morante
24/II/2021
Entender que nuestro poder creador se ha de emplear en hacer el bien a la humanidad.. Vaya que no es poca cosa.... Es el principio del cambio hacia un mundo mejor.
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