A mi amigo Adrián, el auténtico tamborilero valiente.
El otro día, mientras colocaba el Belén de mi casa, la figurita de un pequeño tamborilero me susurró al oído su historia. Y ahora, si queréis, os la cuento yo a vosotros.
El pequeño tamborilero de mi Belén, cuando nadie miraba me contó que procedía de un reino muy muy lejano y que en ese reino muy muy lejano, había trabajado durante mucho tiempo como soldado tocando el tambor.
Y como en su reino siempre habían muchos problemas y sus habitantes no conseguían solucionarlos mediante el uso de las palabras, al pequeño soldado tamborilero nunca le faltó el trabajo.
Hasta que un día, cansado de tanta guerra y de tanta destrucción, el pequeño soldado se saltó la orden de su general de pasar al ataque y tocó a retirada, mandando a todo su ejército a casa para que disfrutaran de la familia durante la fiestas de Navidad.
El pequeño tamborilero, me contó entre lágrimas que esa misma tarde fue expulsado de su reino y que el Rey le prohibió regresar.
Yo, conmovido ante la valentía del pequeño soldado tamborilero, le dije también muy suave al oído que, si de mí dependiera, al pequeño tamborilero deberían haberlo condecorado con una enorme medalla al valor. Pero que, como yo no soy nadie y mi opinión cuenta muy poco, sólo podía ofrecerle mi humilde casa, que no era tan grande ni tan hermosa como su lejano reino, pero que al menos, en mi casa nunca hacemos la guerra.
Y el pequeño tamborilero, sonriendo, decidió quedarse para siempre en mi Belén.
Juro solemnemente por Inés Temperina y por el Conejo de Pascua que este cuento sucedió exactamente así.
(Ilustración de la gran Ivonne P.)
Marcelo Morante
24/XII/2023
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