El presente cuento nace de una actividad lúdica que propuse a mis alumnos de 1ºD del IES Jaime de Sant-Ángel de Redován de la asignatura de Atención Educativa.
El binomio fantástico es una de las técnicas utilizadas por el gran Rodari para escribir historias fantásticas y para poner en funcionamiento la imaginación. La técnica es sencilla: se proponen dos palabras al azar que no tengan una relación aparente entre ellas y a partir de ahí se construye una historia.
En nuestro caso, cada uno de los alumnos y yo mismo propusimos dos palabras y las anotamos en la pizara. Después, por sorteo, se eligieron las dos palabras que pondrían a funcionar nuestra fantasía.
Las palabras elegidas aleatoriamente fueron "casa" y "tijeras" y esta historia que tenéis a continuación es la que se me ocurrió a mí.
Sólo una cosa más: las de mis alumnos eran mucho mejores que la mía.
"Érase una vez un niño llamado Ahmed que vivía en una humilde casa junto a su madre.
El sueño de Ahmed era convertirse en un gran peluquero. Por eso coleccionaba montones de fotos antiguas en las que aparecían hombres y mujeres muy elegantemente peinados.
El pequeño Ahmed, en la soledad de su dormitorio, practicaba una y otra vez cortes de pelo a imaginarias clientes, valiéndose sólamente de unas viejas tijeras oxidadas y de la habilidad de sus diminutas manos.
Hasta que un día, la madre de Ahmed le dijo muy sonriente:
- Ahmed, creo que ha llegado el momento de que me cortes el pelo...
Y el joven peluquero, muy contento, empezó a cortarle el pelo con sus viejas tijeras.
Chas, chas, chas...
A la mañana siguiente, cuando la madre vio reflejada su imagen en el espejo del aseo comenzó a gritar horrorizada. No por el corte de pelo de Ahmed, no. Sino porque tenía de nuevo el pelo largo. Es más... ¡mucho más largo de lo que lo tenía al principio!
Ahmed no daba crédito a lo que veían sus ojos y pensó que evidentemente las viejas tijeras oxidadas estaban estropeadas, y ya se disponía a tirarlas a la basura cuando desde su ventana observó al vecino de enfrente podando el seto del jardín de su casa.
- ¿Y si...? - pensó muy serio Ahmed.
Y chas, chas, chas...
Con unos tijeretazos decididos comenzó a cortar el seto ya podado del jardín de enfrente. Y ante su sorpresa y el enfado de su vecino, el seto del jardín volvió a ser de nuevo alto. Es más... ¡altísimo!
Corriendo para huir de su vecino, el pequeño Ahmed se tropezó con un perro al que le faltaba la cola.
- ¿Y si...? - pensó de nuevo muy serio Ahmed.
Y chas, chas, chas... Unos cortecitos donde debería haber estado el rabo y... ¡la cola del perro mágicamente volvió a aparecer en su lugar!
Poco después, caminando caminando, Ahmed se encontró con un veterano de guerra que, con la ayuda de una muleta, caminaba muy lentamente porque le faltaba una pierna.
- ¿Y si...? - pensó nuevamente Ahmed.
Y chas, chas, chas... Unos cortecitos donde debería haber estado el miembro amputado y…¡ya tenemos de nuevo en su lugar la pierna del soldado perdida en la batalla!
¿Y sabéis qué cosa pensó entonces Ahmed? Se le metió en la cabeza una cosa dificilísima, la más difícil de todas: ¿Y si con la ayuda de sus tijeras mágicas pudiera hacer florecer de nuevo los sueños e ilusiones que las personas tenían cuando eran pequeñas? Ya sabéis, esos sueños e ilusiones que cuando vamos creciendo vamos olvidando y apartando, porque es mucho más maduro centrarnos en cosas útiles y prácticas.
Y quién sabe, a lo mejor, el joven Ahmed lo ha conseguido...
Chas, chas, chas."
Marcelo Morante
4/XII/2022
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