Un día, sin saber ni cómo ni por qué, el caminante llegó a un precioso lugar situado en lo alto de una montaña.
Caminando por sus antiguas calles empedradas observó que a la entrada de una de las casas, junto a la puerta, había colgada una curiosa pizarra con una numeración que el caminante no supo interpretar. La inscripción de la pizarra decía simplemente "35".
Su desconcierto aumentó cuando en la casa de al lado vio que también había una pizarra con una borrosa inscripción que decía "43".
Al principio, el caminante pensó que quizás podría ser una forma novedosa de enumerar las casas sin seguir un orden lógico...
Continuando su paseo comprobó que todas las casas del curioso pueblo tenían su correspondiente pizarra con su correspondiente número:
"32"
"89"
"12"
Cuando llegó al final del pueblo vio a un niño que, ensimismado, leía un libro sentado en uno de los bancos del parque. Se acercó a él y le dijo:
- ¿Sabrías decirme qué significan los números que hay escritos al lado de las puertas de todas las casas de este pueblo? No llego a entender su significado... ¿Hacen referencia a la antigüedad de las casas o tal vez reflejan el número de metros de cada hogar?
El niño levantó la cabeza del libro y sonriendo contestó al caminante:
- Nada más alejado de la realidad. Las cifras escritas en las casas indican el número de libros que han sido prestados por los habitantes de esa vivienda.
- ¿El número de libros prestados? - preguntó cada vez más desorientado el caminante.
- Así es. La cifra indica el número de libros que esa familia ha prestado a sus vecinos o a algún visitante para su lectura, por eso las inscripciones aparecen a veces borrosas. Cada vez que prestamos un libro para nosotros es un gran motivo de orgullo y de celebración.
El caminante asombrado seguía sin entender y el niño, leyendo la sorpresa en su rostro prosiguió:
- Nosotros no concebimos tener libros sin poder prestarlos a todo aquél que nos los solicita. Por eso las cifras están continuamente actualizándose cada vez que adquirimos un nuevo libro o cada vez que un libro es prestado.
- ¿Y no os da miedo que alguno de los libros, con el paso del tiempo, no sea devuelto a su legítimo dueño? - preguntó atónito el caminante.
- Alguna vez ha pasado, no le voy a mentir... - contestó muy serio el niño - Pero lo que realmente nos aterra en este pueblo es que la sabiduría que se encierra en cada uno de los libros no pueda ser conocida por todos.
El caminante, muy pensativo, dio las gracias al niño. Cogió prestado uno de los libros de la última casa del pueblo y alejándose de Macchiagodena pensó que ya tenía una excusa válida para volver a visitar ese maravilloso lugar.
Marcelo Morante
16/V/2022
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