Un día a la pequeña Andrea Occhi le pusieron un parche en el ojo.
"Un ojo vago... No hay más remedio" dijo muy serio el doctor.
"Un ojo vago... Justo a mí, que vaga nunca he sido" pensaba también muy seria la niña.
Así que, a la mañana siguiente, Andrea Occhi se presentó en el cole con la mejor de sus sonrisas y con un enorme parche en el ojo.
Muy pronto, como no podía ser de otra manera, se convirtió en el centro de todas las miradas. Y muy pronto también comenzaron las primeras burlas... "Pirata, pirata" la empezaron a llamar. Eso sí, la insultaban muy bajito para que el maestro Puntino no se diera cuenta.
Y a cada "pirata" que le lanzaban, Andrea Occhi se hacía cada vez más y más pequeñita.
Hasta que Inés Temperina se levantó de su sitio y subiéndose a la silla gritó: "Yo también quiero ser una pirata y atravesar los siete mares a bordo de un temible galeón".
Y Andrea Occhi, muy contenta, le dio a Inés Temperina uno de sus preciosos parches decorados con animales.
"Yo también quiero ser una pirata y acumular enormes tesoros" gritó Nela Ricci con un bolígrafo en la mano a modo de afilado sable.
"Y yo también" añadió orgulloso Rodolfo Buonsenso levantando al cielo los brazos.
"Y yo... " dijo tímidamente Alessandro Malatesta, el niño que había empezado las burlas.
Antes de que llegara la hora del recreo todos los niños y niñas de la clase de Andrea Occhi se habían convertido en piratas y como orgullosos bucaneros, lucían parches multicolores en sus infantiles ojos.
Hasta el maestro Puntino tuvo su parche y se convirtió por un día en un feroz corsario. ¡Y eso que no era Carnaval!
Habrá que creer en los milagros...
Marcelo Morante
21/III/2022
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