Y tras mil bailes que te bailo bailaré y mil saltos que te salto saltaré, Silvia Ballerina aterrizó en el lejano lejanísimo reino de la maravillosa fuente mágica. Fuente que, según la creencia popular, era capaz de reflejar en sus claras aguas los mayores deseos de las personas que se asomaban a su borde, y a veces, y dependiendo de la intensidad de los deseos, incluso el futuro. Por eso Silvia Ballerina quedó un poco desilusionada cuando, poniéndose graciosamente de puntillas y asomándose al borde de la extraordinaria fuente mágica, sólo contempló su cara y sus brazos reflejados en las aguas cristalinas mientras ejecutaba una hermosa cuarta posición de ballet. ¡Exactamente lo mismo que estaba haciendo en ese momento! Sin embargo, aguzando mucho la mirada, la pequeña Silvia Ballerina pudo ver también, reflejada en las mágicas aguas de la fuente, la imagen de una bailarina elegantísima vestida de azul celeste que danzaba graciosamente en el centro de un gran escenario de un coqueto teat...