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EL COCHE DE CARRERAS

A mi fiel amigo S-2


Érase una vez un viejo coche de carreras al que le gustaba circular despacio.

El viejo bólido era la muestra perfecta de una época en la que los coches se hacían especialmente bien y representaba, como ningún otro, el valor de la tradición. El sonido de su motor continuaba siendo inimitable y su diseño era el más admirado entre los aficionados a las carreras.

Sin embargo, el paso del tiempo se hacía notar y el viejo coche de carreras, aunque conservaba intacto todo su glamour vintage, había sido superado ampliamente por los nuevos modelos, mucho más veloces.

Dentro de su propia escudería había quienes pensaban que el momento de cambiar al viejo coche de carreras por un modelo más rápido y moderno había ya llegado y de hecho, habían efectuado numerosas pruebas con otros bólidos más jóvenes, pero ninguno había convencido completamente al exigente staff técnico. El viejo coche de carreras seguía siendo imbatible en fiabilidad y ofrecía una calidad técnica superior a la de sus rivales. Sólo iba un poquito más lento que los demás.

Una vez, en la última carrera de la temporada, el viejo coche ocupaba, como casi siempre, uno de los últimos lugares en la parrilla de salida. Cuando los semáforos dieron el vía libre a la competición todos sus rivales salieron a la máxima velocidad haciendo rugir sus poderosos motores e intentando ganar el mayor número posible de puestos, mientras que nuestro viejo amigo se lo tomaba con mucha más calma. Sabía que no podía rendir a su máxima potencia sin haber calentado pacientemente su mecánica.

Y así hizo. Vuelta tras vuelta, hacía gala de una conducción magistral mientras que sus rivales, uno tras otro, iban abandonando la competición: Un nuevo modelo de súper bólido, antes de finalizar la segunda vuelta, había quemado ya su motor; otro joven coche tras cuatro vueltas al circuito había destrozado los frenos; otro prodigio de la velocidad a mitad de carrera circulaba casi sin neumáticos; otros tres coches se habían visto envueltos en un accidente por intentar adelantarse por donde no había espacio…

Sin darse ni cuenta, nuestro viejo amigo, la reliquia del pasado, se había colocado en primera posición adelantando impecablemente a los que por falta de madurez habían ido por encima de sus posibilidades y mirando por el espejo retrovisor a los que por avariciosos habían chocado contra otros coches.

Cuando atravesó la línea de meta en primer lugar os podéis imaginar la alegría del viejo coche de carreras. Tras una larga carrera profesional había conseguido vencer, cuando menos se lo esperaba, un gran premio y la gente reconocía el valor de la tradición y de las cosas bien hechas coreando su nombre desde las gradas: “S-2, S-2, S-2…”

En ese momento, con los faros empañados por la emoción, el viejo bólido supo que había llegado el momento de abandonar la competición y sin hacer ruido, como era su costumbre, salió por una puerta lateral y desapareció para siempre de los focos mediáticos.

Desde entonces se dedica a pasear tranquilamente por carreteras secundarias exhibiendo su extraordinaria clase y parando cuando le apetece disfrutar de un paisaje hermoso o cuando tiene la oportunidad de compartir su sabiduría con quien sabe escucharle. Siempre despacio.

Si algún día por casualidad tienes la suerte de encontrártelo, préstale atención y escúchalo. Eso sí, sin prisas.

El sonido de su motor sigue siendo inimitable.

AUDIO

Marcelo Morante

31/VIII/2020


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