- “Es demasiado grande…” - dijo alguien.
- “Y suena demasiado grave” - añadió otro.
- “Con eso no se pueden hacer melodías…” - sentenció un experto que casualmente pasaba por allí.
- “Además, no es un instrumento adecuado para chicas” - añadió otro experto.
Y pese a todo, a la pequeña Sandra le gustaba el fagot, soñaba con tocar el fagot.
Y soñaba que, con sus pequeños dedos y con el brillo de sus ojos, era capaz de extraer del maravilloso instrumento melodías preciosas, graves y agudas.
Y soñaba también que, con el sonido de su fagot, conseguía hacer disfrutar a todos los que la escuchaban tocar, chicos y chicas.
Y lo mejor era que no estaba durmiendo.
Marcelo Morante
4/IX/2023
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