A Laura Daganzo y a sus estudiantes de la Academia "Yo, Bailo" que con sus movimientos y su magia inspiraron este cuento.
Érase una vez una hoja de morera muy hermosa. Tan hermosa, tan hermosa que el viento se enamoró perdidamente de ella.
Yo no entiendo nada de hojas de morera y a malas penas consigo distinguir una morera de una higuera, pero el viento, que es todo un experto en árboles y en hojas, una tarde me susurró al oído que aquélla era, sin duda, la hoja más hermosa del mundo. Y yo le creí.
Lo cierto es que el viento, como buen enamorado, acudía todos los días a visitarla porque le encantaba verla bailar al compás de su soplido. Y durante todos los atardeceres de ese otoño sopló el viento sobre la morera, y la hoja, coqueta, todos los días danzó graciosamente para él.
¡Si la hubieseis visto bailar como la vi yo! Nunca antes había contemplado unos movimientos tan gráciles y acompasados… ¡Menuda belleza! Con razón el viento estaba locamente enamorado de ella.
Cuando llegó el invierno y en la morera sólo quedaba la hoja más hermosa del mundo, el viento, que cada día que pasaba estaba más enamorado, continuó yendo todos los atardeceres a visitarla para bailar juntos.
Los viejos del lugar, extrañados, no conseguían encontrar una explicación a tantos días seguidos de viento y no recordaban, en sus largos años de vida en el campo, un otoño y un invierno tan ventosos como aquéllos.
Dicen que un día el viento llegó puntual a su cita con su amada y con la luz tenue del atardecer comenzaron de nuevo a bailar. Y bailando y bailando, el viento sin darse ni cuenta comenzó a soplar cada vez más fuerte. Y tan fuerte sopló que la hoja más hermosa del mundo, perdiendo la atadura que la sujetaba a la rama, por fin fue libre de acompañar a su amado en un baile eterno alrededor del mundo.
Siempre juntos.
También dicen que, si prestas mucha atención, es muy posible que los reconozcas al instante. Por lo visto son inconfundibles: Un viento enamorado que susurra tiernas palabras de amor y la más hermosa hoja de morera, ya amarillenta, bailando a su compás el vals más bonito del mundo.
Un, dos, tres…
Un, dos, tres…
Marcelo Morante
7/I/2021
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