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EL ALGODÓN DE AZÚCAR

El profesor Maurizio Razionale, famoso científico de talla mundial, buscaba sin encontrar una solución a su dilema.

Una vez tras otra, contrastaba los resultados de su experimento obteniendo siempre la misma exasperante conclusión:

Azúcar y colorante.

Colorante y azúcar.

Visiblemente enojado, el brillante profesor Razionale por primera vez en su vida, no podía encontrar una explicación a un misterioso misterio.

¿Cómo era posible que a un científico de su nivel se le negara una respuesta lógica a una cuestión tan aparentemente sencilla?

¿Dónde residía el secreto químico que hasta entonces había permanecido oculto a su inmenso cerebro deductivo?

El pobre profesor Razionale estaba al borde del colapso nervioso y repetía una y otra vez las pruebas y los análisis, sin éxito aparente.

Nada que hacer. 

Siempre obtenía los mismos, idénticos y pobres resultados:

Azúcar y colorante.

Colorante y azúcar.

Algo se le escapaba a su brillante ingenio. No era posible que algo tan básico produjera efectos tan extraordinarios.

Cuando ya estaba dispuesto a arrojar la toalla y a darse por vencido, sorprendentemente sucumbió a un impulso emocional. Lo cierto es que llevaba horas y horas encerrado en su laboratorio y había saltado la comida y la cena de ese día, por lo que estaba realmente hambriento y, sin pensarlo demasiado, probó una pizca de una de las muestras de las que trataba de descifrar su composición.

“Si sólo es azúcar y colorante, no podrá hacerme mucho daño” pensó.

“Desde luego no se trata de un compuesto potencialmente venenoso…” añadió mentalmente para tranquilizarse.

Y justo cuando probó el primer bocado de la pegajosa sustancia color de rosa, actuó sobre el científico Razionale una poderosa magia que lo transportó muy lejos de allí:

De repente, el eminente profesor Razionale se convirtió en un niño pequeño con pantalones cortos que, sonriente, paseaba cogido de la mano de su madre por la feria.

Y en la otra mano sujetaba, orgulloso y feliz, un enorme algodón de azúcar.

“¡Qué sensación tan hermosa!”

“¡Qué felicidad tan plena!” se repetía una y otra vez el risueño niño científico.

Y en un suspiro, el prestigioso profesor Razionale, despertando de su sueño y volviendo de nuevo a la realidad, comprendió que algunas cosas, afortunadamente, todavía no se pueden medir en un laboratorio.

Ni se ha encontrado una explicación lógica al inmenso poder de la magia más potente del mundo: la sonrisa de los más pequeños.

Por eso, es muy importante no dejar, al menos de vez en cuando, de mirar con los ojos del niño que, sin duda,  alguna vez hemos sido…

Aunque de eso haya pasado ya algún  tiempo y casi no nos acordemos.

AUDIO

Marcelo Morante

21/XI/2020

Comentarios

  1. Algunas cosas no tienen explicación pero eso no quiere decir que no sean ciertas... El corazón sabe...

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