El patio del colegio durante el recreo era una alegre fiesta en la que gritos, carreras y risas se entremezclaban en un ambiente de absoluta felicidad. Y así debía ser.
Los niños de la clase de Inés Temperina habían decidido por
unanimidad, o casi, jugar a un entretenido juego en el que uno de los niños,
convertido mágicamente en príncipe valiente durante los minutos que duraba el
recreo, tenía que salvar a una indefensa princesa que había sido capturada por
el ejército enemigo y permanecía prisionera en las mazmorras del castillo
rival.
El papel del príncipe valiente sería interpretado ese día
por Pietrino Malatesta, uno de los niños más populares del colegio, y la
princesa sería nuestra Inés Temperina que, a regañadientes, había aceptado el papel ante
la presión del resto de niñas.
El valiente Pietrino Malatesta empuñando un amenazador
bolígrafo rojo, que hacía las veces de magnífica espada, iba derrotando uno a
uno a todos los enemigos que le salían al paso, mientras que Inés Temperina
esperaba en lo alto del tobogán pacientemente la llegada de su salvador.
El valiente Pietrino Malatesta no sólo tenía que derrotar a
terribles soldados del ejército enemigo, sino que además tenía que hacer frente
con su poderosa arma y su inigualable fuerza física a gigantes y a dragones que,
sedientos de sangre, intentaban por todos los medios derrotar al heroico
caballero.
Por supuesto, y como estaba establecido en las reglas del juego, el joven príncipe valiente Pietrino Malatesta derrotó fácilmente a todos sus adversarios, dejando el patio del colegio sembrado de cadáveres enemigos. Cadáveres enemigos que dicho sea de paso, seguían comiendo a buen ritmo sus bocadillos, saltándose inocentemente el realismo que la cruenta escena bélica exigía.
Cuando el príncipe valiente alcanzó finalmente la mazmorra
del castillo donde estaba prisionera la indefensa princesa, se encontró con que
Inés Temperina ya no estaba allí.
El carcelero de la princesa, un niño pacífico llamado Alessandro Affamato, informó al glorioso príncipe que: “La princesa Inés Temperina, que también es muy valiente, no soporta que nadie venga a rescatarla y se ha liberado ella solita. Además opina que este juego está anticuado y que es un aburrimiento total”.
Y Alessandro Affamato siguió comiendo tranquilamente su bocadillo, dejando al
príncipe valiente con la boca abierta y su inútil espada entre las manos.
Marcelo Morante
22/X/2020
👑❤️
ResponderEliminarEs un cuento muy chulo 😃
ResponderEliminarEsta mut bien
ResponderEliminarLo que mas me ah gustado a sido cuando se escapa por que no le gusta que la rescaten
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